Es
curioso, pero todos hemos tenido alguna vez la sensación de que un camarero nos
ha visto levantando la mano para llamar su atención y éste esquiva sutilmente
su radio de acción hacia otra parte alejada de la nuestra, como si no existiéramos,
como si nuestra petición no fuera con él… y lo reconozco, yo también lo he
hecho alguna vez.
Explicación, muchas. Justificación,
ninguna.
Recuerdo
perfectamente mis inicios detrás de una barra, sentir el agobio de no dar
abasto, de poner miles de lavavajillas mientras “tiraba” cientos de cafés “al
minuto”, esa hora punta odiosa y descompensada que por más que te prepararas
(fijaros en las cafeterías que preparan los platos con la cucharilla y el
azúcar, amontonándolos) nunca llegabas…
Y
ahí empieza surgir el radar,
empiezas a desconectar, a hacer sufrir al cliente…”este va a tener que
esforzarse si quiere un café”, a castigar incluso con algún mal modal…
Por
supuesto, no siempre es así, ayer mismo tomaba café en una barra abarrotada de
indios ante una sola camarera y jamás, sin perder la sonrisa, atendió a todos, eso
sí, entre líneas percibías el agobio, la preocupación por fallar, por no
llegar… espero que no se queme pronto, pero os juro que pasó por mi cabeza, “si
tuviera un garito, la fichaba”, quizás, con la que está cayendo, ésta es la
actitud!.
Así
que, cuando un camarero os ignore, mi consejo es, sed más simpáticos que nunca, suelen reflexionar poniéndonos de
nuevo en su campo visual.
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